martes, 15 de septiembre de 2009

Come as you are (8)

Hola otra vez, Gente. Como siempre, prosigo a contarles mi día:
Me levanto, como siempre a las 6:30, me cambio rápido, subo y bajo las escaleras al menos tres veces para buscar las cosas que siempre me olvido, me llevan al ILSE, cosas de todos los días. Esperamos afuera, menos de lo normal, y entramos. Nos dan el boletín, ninguna materia baja, la mayoría, notas que ya conocía. Miré algo entretenida el 6 de Francés, que se le va a hacer, yo se que es tú culpa que no haya hecho aquella tarea. Tuvimos panel, conclusión, perdimos la clase de Latín y las dos horas de Plástica (a nuestro querido Stardeuse, el profesor de plástica cuyo apellido me es inescribible, nos usó de conejillos de indias y siguió hablando en el salón de actos en la segunda hora). Además de eso, tuvimos Historia en las primeras dos horas y Literatura (Castellano), en las últimas dos.
Después de eso caminé por Libertad hasta llegar a Avenida de Mayo, a la parada del 7. Sencillamente me encanta vivir lo que vive la pobre ovejita en el juego del mismo nombre, en Libertad hay que, literalmente, esquivar a los peatones y tener mucho cuidado de no estar en el borde de la vereda, los colectivos te pueden llevar puesto. Me subí al 7 y encontré un asiento vacío. El conductor me apuró cuando me estaba por subir, a él se le ocurrió parar en la esquina de la calle en vez de en la parada, tuve que correr entre los autos para alcanzarlo. Además, en una parada, arrancó antes de que la pobre señora mayor se pudiera bajar, por poco la pobre se cae, pero el colectivo frenó a tiempo y la mujer bajó sin mayores inconvenientes.
En fin, en todo este trayecto, pensé una gran variedad de cosas, idioteces, cómo siempre, pero quiero compartirlas.
Primera cosa del día (quedó en forma de cuento, no encontré una forma más bonita de plasmar tantas metáforas):
Aquí estoy, caminando. Camino como todos. Camino a los tropezones, siempre me caigo, los golpes me duelen mucho, muchísimo, pero siempre intento volver a levantarme. La última vez me doblé el tobillo, camino despacio y con dificultad, me caigo demasiado. Camino sola, de vez en cuando algún amigo camina a mi lado, se transforma en un bastón, pero yo no quiero atrasar a ningún amigo, así que luego de un rato vuelvo a caminar sola. A veces decido parar, no es que no quiera seguir caminando, es sólo que prefiero pensar mejor que camino tomar. Pero, a pesar de todo, últimamente camino perdida, atontada, sin saber a dónde ir. No quiero seguir caminando así, quiero que alguien se choque conmigo y decida caminar a mi lado.
Debo admitir que quedó más corto de lo que pensaba, mucho más corto. Ahora, el siguiente.
Segunda cosa del día (esta ni siquiera tiene forma definida, no se, creo que se podría clasificar como “reflexión”):
Mientras estaba en el colectivo mirando por la ventana contando personas pasar, me acordé de una película que ví este año, “Little Miss Sunshine”. Me puse a pensar exactamente en una parte del principio de la misma, cuando estaba toda la familia reunida comiendo y el pobre tío homo explicaba porque había intentado suicidarse. Él enumeraba una serie de hechos: no le habían dado un cargo que quería, le habían dado ese cargo a alguien que detestaba, la persona que amaba no le correspondía y, para colmo, esa persona estaba ahora saliendo con ese alguien que detestaba que tenía su trabajo. En ese momento no creí que eran cosas como para hacer algo como el suicidio, pero ahora creo que comprendo un poco mejor al pobre tío. Claro, enumeradas así no parecen tanto, pero producen un efecto en cadena. Es decir, imagínense a una gran fila de fichas de dominó, se cae una y la otra y la otra y así en adelante, y ni bien uno, yo, logro evitar que se sigan cayendo, hay un estruendo y se vuelven a derrumbar todas. En conclusión: perdón tío homo por pensar que lo suyo era poca cosa, lo entiendo.
En fin, eso era todo, el queso se despide.
Hasta otra.